En días como hoy, en los que el cielo está nublado y no para de chispear agua de una manera suave, pero constante, no puedo evitar pensar en lo bien que se está en casa acurrucada con una manta mientras ves la tele, lees un libro o simplemente escuchas algo de música. Es curiosos sin embago las ganas que tengo, al mismo tiempo de salir a la calle, simplemente por el hecho de que es viernes y necesito desconectar. La lluvia muchas veces es una fiel compañera que, al menos a mí, me ayuda a dormir cuando es fuerte dando contra la ventana de mi habitación y haciendo de somnífero para mí, sin embargo, otras veces es todo lo contrario, una compañera no demasiado amable que te obliga a ir rápido aunque no tengas prisa, a cojer frío y a acabar enferma...

A lo largo de la historia muchos autores utilizaron la lluvia como fuente de inspiración para varias obras comparándolas con múltiples etiquetas, como la tristeza, la ira o incluso el no saber qué hacer, pero para mí la lluvia no tiene por qué representar sólo aspectos negativos, si no que puede representar se me ocurre a mí una relación de afecto cualquiera, que va llegando a nosotros poco a poco, que nos acompaña durante un tiempo más largo o más corto pero que si es sincera, al igual que la lluvia viene una vez y vuelve una y otra vez, siempre estará ahí.